Me pesa el andar, es como si llevara miles de abrigos de visón colgados. Capas y capas de fastidiosos kilos que no me permiten moverme con libertad.
Puestos a ser sinceros, he de admitir que no me hace falta toda la ropa que me compro, no necesito salir de fiesta cada fin de semana ni abusar del alcohol, tampoco necesito destacar en la carrera ni estar enganchada al ordenador horas y horas... No necesito comer chocolate, subir a la Sierra, escuchar la radio hasta que me piten los oídos ni dormir más de doce horas los fines de semana.
Me sobran las joyas, el maquillaje, el perfume, la laca de uñas y mi taza de té de por las mañanas.
Realmente, lo que tengo me sobra o, mejor dicho, no es lo que realmente me hace falta. Son capas superpuestas al más puro estilo de la cebolla de Shrek.
No obstante, caigo en un gravísimo error al admitir que mis "capas" son capas porque, según la RAE, capa es "aquello que cubre o baña alguna cosa". Sin embargo, si metes la mano dentro de mis abrigos de visón, no vas a encontrar una "cosa", de hecho, no vas a encontrar nada.
Soy un enorme agujero negro que se agranda por momentos y que amenaza con destruir no sólo al perfil que me autoimpongo cada mañana, también a todos los que me rodean.
2 comentarios:
pero en el momento que lo tengas no te sobrará ninguna de las capas!
así que no te deshagas de ellas... si no aprécialas.
Ya llegará nuestro momento ;)
Terriblemente sincera. Me gusta.
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